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La soledad de un corazón (em espanhol)


Parque El Prado, Vitoria-Gasteiz (ES)

Ella caminaba despacio por las alamedas del enorme parque. Entre semana solía pasar por allí rumbo al trabajo. Le encantaba esos minutos pues podía admirar y observar los cambios de cada estación, olvidar la rutina del cotidiano. Miraba extasiada el césped lleno de hojas amarillentas, sentía el aire frío en su rostro. Era el invierno que se acercaba despacio. Algo en aquella mañana la hacía sentirse melancólica, quizás añoraba algo que perdiera o que nunca hubiera tenido en su vida. No sabía describir la sensación y se preguntaba el porqué pero no encontraba la respuesta.
No muy lejos un señor mayor paseaba con un perro. El animal corría con una rama entre los dientes dando saltitos de pura alegría. Unos minutos después el perro se acercó a ella  y le saludó moviendo la cola frenéticamente. Sonrió.  Los movimientos del animal le habían hecho recordar su perro negro que se había muerto el año pasado. Suspiró hondo intentando huir de los pensamientos más tristes.  Siguió el camino aspirando el aire fresco y ahora pensando en él.
Se conocieron por casualidad en una tienda donde él trabajaba. Su sonrisa y su delicadeza la conquistaron fácil. El  destino había querido que ella volviese al día siguiente para recuperar un bolso olvidado. Fue la excusa suficiente para invitarla a un café y a dar un paseo durante su hora de descanso.
El parque, la luna  llena  brillante mirándolos misteriosa, un beso, un abrazo, una cena, corazones descompasados. Desde entonces nunca más se separaron. No disimulaban la alegría cuando se veían: los ojos iluminados con la ternura y el deseo propios de los enamorados.
Por la noche se encontraban y compartían la cena comentando los hechos del día de trabajo. Alegría. Regocijo. Después… el acto de amor conmocionado, suave.
Fuego. Placer. Explosión. Luces. Estrellas. Puro deleite. Sus cuerpos sudados se adormecían agarrados. No sabían donde empezaba uno y terminaba el otro. Felices. Así fueron sus días, sus noches. Cada detalle grabado en sus pieles, en sus mentes, en sus corazones. Ella soñaba despierta juntando el antes, el ahora y el después (como decía la canción del cantante brasileño Peninha). Era feliz. Fueron felices durante un año.
Un día todo cambió. Él llegó con la noticia: debería partir pronto. Necesitaban su presencia. Tendría que regresar y no sabía por cuánto tiempo. Partiría en breve. Ella recibió la noticia con el corazón desordenado, la cabeza dando vueltas.
Torbellino. Llanto. Tristeza. Sueños rotos. Despedida. Corazones partidos… Así se separaron.  Las cartas volvían y los correos igual. Perdieron el contacto.
Pasaron los días, los meses y seguía pensando en él. Ansiando su calor. Intentaba seguir adelante, sola… así la vida lo ha querido, así era la realidad.
¿Dónde estaría él? ¿Se acordaría aún de ella cuando mirase los árboles moviéndose al viento?
Una vez le había dicho que en varias etapas de su atribulada vida se sentía como los árboles que se curvaban hasta el suelo y que no se rompían con el viento fuerte. Esa era la prueba de que debía seguir adelante, enfrentarse a las dificultades. Que se acordase de ella cuando mirase las flores en el inicio de la primavera, el sol cálido besando tu rostro.
Habían vivido una relación de más puro amor, encantamiento y fuerte complicidad.
Sí, lo añoraba en los momentos en que solo ella podía oír los latidos de su corazón, en que la falta y el llanto la cegaban, cuando ya no sentía su cuerpo calentando el suyo.
La cama vacía y el dolor… el dolor era inevitable.
Llegó al final del parque. El señor mayor y el perro habían desaparecido. El tiempo había cambiado. Las nubes oscurecidas hacían soplar el aire congelado… como su alma.
Cruzó la carretera y se mezcló entre los peatones apresurados. Mientras caminaba sentía que solamente los recuerdos la acompañaban. Si seguía viva, a pesar del dolor, era porque quedaba algo por hacer… por terminar. 
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Por Paulette N.
Primer premio Nivel Superior de Español del 1º Certámen Literario de la Escuela Oficial de Idiomas de Bilbao, Vizcaya (País Vasco-España); 30.04.2008
"Plágio é crime: Lei 9.610 de 19 de fevereiro de 1998"

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